Leer este artículo del Teleoperador me resulta muy, muy doloroso. Pero es necesario. En España, estado de derecho según dicen, los montajes policiales, las torturas y la connivencia del poder judicial están saliendo a flote constantemente. Y lo que ahora además admiten abiertamente, con la tranquilidad del que se cree totalmente impune: están encarcelando gente por aparecer en listas negras. Así como se lee con esa cara de «no puede ser, eso es cosa del pasado, de la dictadura«. La policía está yendo a buscar a sus casas a sindicalistas y acusándolos de desórdenes en las manifestaciones, y sólo los que pueden demostrar que no estaban donde se los acusa se libran de la cárcel. No hay para ellos ni siquiera libertad con fianza, van a la cárcel antes del juicio, antes de la investigación siquiera. Esto pone los pelos de punta, sencillamente porque es lo que quieren: gobernar con el terror.
Leyendo Diario de la galera de Imre Kertész me encontré esta reflexión con la cual estoy muy familiarizada. ¿Qué es la vida? La vida: tiempo que pasamos dedicados a cosas en gran parte superfluas. La característica principal del «santo» no es quizá la obsesión, la monomanía, sino el terror a perder el tiempo. El tiempo lleva el sello de lo insustancial, hasta que se cumple su terrible mandato, la senectud y la muerte. En Europa todo se resuelve con el trabajo o, mejor dicho, con el servicio laboral. Pasar por el paso subterráneo y darse de bruces con el trajín. ¿Adonde van tan deprisa? No es una pregunta barata referida a la muerte; se trata de que lo insustancial les resulta tan importante. Levantarse por la mañana, la higiene, la familia, los medios de transporte, ocho horas de trabajo —en su mayoría actividades insustanciales que no forman parte de la existencia—, luego la compra, más medios de transporte, un poco de diversión—que no afecte a la existencia, de ser posible—, en...
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