Es el título del libro de Ramón Sender que estoy releyendo. No importa cuánto estudie, mi conocimiento siempre será ínfimo y mi ignorancia será infinita, es lo que pasa siempre que intentamos luchar contra el infinito (ésto lo negará don Ramón), y de ahí que hasta hace un par de días no sabía yo quién era ni qué había escrito este hombre. En pocas páginas capté su ácida ironía, y a través de todo el libro me demostró una forma hermosa de ver la vida, incluso desde el pesimismo ante la estupidez humana. Difícil elegir un solo fragmento, ahí va uno: «Los delfines y los hombres somos los seres más inteligentes de la tierra. Según los sabios. En la comparación tal vez salimos perdiendo ya que los delfines renunciaron desde el principio a acuñar moneda, a fabricar barcos (navegan ellos mejor) y a construir edificios y ciudades (el océano es su casa) y sobre todo a inventar cohetes nucleares que destruyen en un minuto barcos, casas y también esas ciudades que tardaron siglos en ser construid...