El gobierno vende la imagen de que la reforma de los convenios colectivos de trabajo será pactada, pero eso es totalmente falso. En primer lugar, los trabajadores tienen todo por perder y nada por ganar. Sólo se está negociando (como ya pasó el año pasado con la reforma laboral, y hace unos meses con las pensiones) cuánto perderán los trabajadores. Llamarle «negociación» es una burla enorme, porque se trata de una claudicación. En segundo lugar, «negociar» con la amenaza de que si no se hace por consenso se hace por decreto, es otra burla. ¿Para qué querría la patronal negociar con los trabajadores, si pase lo que pase se verán beneficiados? La patronal tiene a los perdedores del sistema capitalista (los trabajadores) en bandeja, mendigando por salvar algunos muebles. Puede exigir cualquier cosa, levantarse, patear la mesa, eructar e irse, porque de todas formas el gobierno obligará por decreto a aplicar sus intereses, y no los de los trabajadores. Me recuerda a esas películas del Oeste, en las que los indios entregan todas sus armas para firmar la paz (ahora se llama «paz social») con los cara-pálidas, pero los atrapan, los torturan, se follan a las mujeres y luego los matan a todos.
Es un buen momento para ver La Patagonia rebelde.
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