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Diego García

Estoy pensando cambiar de operadora de móviles. La actual (Yoigo) no me ha atendido nada bien cuando se me rompió un terminal, y en resumen me he quedado sin él. Así que leyendo por ahí, di con otro operador: Simyo, muy barato. Leyendo sus condiciones me encontré con la cláusula de «destinos no permitidos»: no podré llamar a la Antártida, ni a Suiza y Liechtenstein (tendré que buscar otras formas de gestionar mi riqueza oculta), ni tampoco podré llamar a Diego García.

«Diego García». Pobre tipo, pensé, tiene que haber hecho algo muy malo para que lo repudien de esta manera. Y es que en la lista no está Aznar, ni Otegi, ni Baltazar Garzón… Así que Googleé y Wikipedié, y me encontré con que se trata de un marino español, que se murió en 1554, y no hay indicios de que se haya llevado el teléfono móvil a la tumba, porque estaba navegando por el Pacífico y ahí no hay cobertura.

Pero resulta que este buen hombre venía de recorrer América, muy enfadado porque allí donde él iba a descubrir, descubría que ya estaba descubierto (un poco como el mucho mas famoso adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, al que conocemos gracias a las cantatas del ilustre compositor Johann Sebastian Mastropiero), y siguió viaje hasta encontrar una isla, que tras repasar minuciosamente y constatar que nadie se le había adelantado, fundó con su propio nombre, o sea «Diego García».

Hasta aquí podría ser parte de cualquier comedia, pero ese pequeño atolón de solo 44km(2) tiene un oscurísimo pasado reciente (y presente): En 1966 el gobierno británico expulsó forzosamente a toda su población nativa, para alquilárselo a EEUU para que instalasen una base militar en el Índico. Su población actual consta de unos 2000 antropomorfos que visten de verde y llevan fusil, y otros en número indeterminado que visten de naranja y llevan una bolsa negra en la cabeza, puesto que actualmente es una de las prisiones secretas de la CIA, mucho mas sórdida que Guantánamo, además de base de bombarderos y aviones espías norteamericanos. Con su habitual ironía, éstos la llaman «Campo Justicia».

Por el momento, no creo que necesite llamar a Diego García con mi móvil.

(Agrego: Un texto de un Neozelandés, muy esclarecedor)

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