Hace unos años, al festival que se hace en la playa de Riazor, en Coruña, trajeron (¡atención!): A Kiko Veneno, a Raimundo Amador, y a Melendi.
Estamos hablando de un público potencial de 400mil personas, mas o menos, y un recital totalmente gratuito y al aire libre, en la playa. Pues bien, para Kiko y Raimundo apenas fueron unos cientos de personas, podías caminar sin apretarte hasta el escenario. Nos fuimos, con la Apache, cuando acabaron, y veíamos y oíamos a la gente venir entusiasmada «al concierto». El pibe ese, que sabe tanto de música como mi perro, llenó toda la playa de Riazor (podéis verla en el google). Es penoso, lamentable, pero es la sociedad en la que vivimos. O, como decían Les Luthiers en «Las Majas del Bergantín»: «-Es inútil… -Sí, pero es el capitán»
Leyendo Diario de la galera de Imre Kertész me encontré esta reflexión con la cual estoy muy familiarizada. ¿Qué es la vida? La vida: tiempo que pasamos dedicados a cosas en gran parte superfluas. La característica principal del «santo» no es quizá la obsesión, la monomanía, sino el terror a perder el tiempo. El tiempo lleva el sello de lo insustancial, hasta que se cumple su terrible mandato, la senectud y la muerte. En Europa todo se resuelve con el trabajo o, mejor dicho, con el servicio laboral. Pasar por el paso subterráneo y darse de bruces con el trajín. ¿Adonde van tan deprisa? No es una pregunta barata referida a la muerte; se trata de que lo insustancial les resulta tan importante. Levantarse por la mañana, la higiene, la familia, los medios de transporte, ocho horas de trabajo —en su mayoría actividades insustanciales que no forman parte de la existencia—, luego la compra, más medios de transporte, un poco de diversión—que no afecte a la existencia, de ser posible—, en...
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