Llevo un tiempo con la cabeza llena de boludeces, pero toca pasar página.
En el plano artístico, tengo tanto que dibujar y pintar que mas me valdría que me crezcan pinceles en los dedos.
Y por otro lado, quiero volver a la militancia, que la tengo abandonada. Lo recordé anoche en una linda discusión política que tuve con amigos en el bar. Y es verdad que bebiendo cerveza no cambiamos el mundo, pero será una discusión útil si el día siguiente no nos olvidamos y, aunque sea un poco, nos ponemos en movimiento.
Y qué mejor momento que ahora que se viene el 1º de mayo!
Leyendo Diario de la galera de Imre Kertész me encontré esta reflexión con la cual estoy muy familiarizada. ¿Qué es la vida? La vida: tiempo que pasamos dedicados a cosas en gran parte superfluas. La característica principal del «santo» no es quizá la obsesión, la monomanía, sino el terror a perder el tiempo. El tiempo lleva el sello de lo insustancial, hasta que se cumple su terrible mandato, la senectud y la muerte. En Europa todo se resuelve con el trabajo o, mejor dicho, con el servicio laboral. Pasar por el paso subterráneo y darse de bruces con el trajín. ¿Adonde van tan deprisa? No es una pregunta barata referida a la muerte; se trata de que lo insustancial les resulta tan importante. Levantarse por la mañana, la higiene, la familia, los medios de transporte, ocho horas de trabajo —en su mayoría actividades insustanciales que no forman parte de la existencia—, luego la compra, más medios de transporte, un poco de diversión—que no afecte a la existencia, de ser posible—, en...
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