Y yo estoy, como toda la vida, haciendo el trabajo que tengo que entregar mañana.
Ya voy por el cuarto termo de mate, sobredosis yérbica.
Es un cómic de dos páginas. Hace unas horas, cuando ya tenía un original casi terminado, me dí cuenta que el protagonista no podía suicidarse en un sofá, tenía que ser en un sillón bkf. Podría haberlo pasado por alto, pero me resultó imposible. Y volví a empezar.
Leyendo Diario de la galera de Imre Kertész me encontré esta reflexión con la cual estoy muy familiarizada. ¿Qué es la vida? La vida: tiempo que pasamos dedicados a cosas en gran parte superfluas. La característica principal del «santo» no es quizá la obsesión, la monomanía, sino el terror a perder el tiempo. El tiempo lleva el sello de lo insustancial, hasta que se cumple su terrible mandato, la senectud y la muerte. En Europa todo se resuelve con el trabajo o, mejor dicho, con el servicio laboral. Pasar por el paso subterráneo y darse de bruces con el trajín. ¿Adonde van tan deprisa? No es una pregunta barata referida a la muerte; se trata de que lo insustancial les resulta tan importante. Levantarse por la mañana, la higiene, la familia, los medios de transporte, ocho horas de trabajo —en su mayoría actividades insustanciales que no forman parte de la existencia—, luego la compra, más medios de transporte, un poco de diversión—que no afecte a la existencia, de ser posible—, en...
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