En Neuquén, Argentina, han condenado a prisión perpetua al policía que asesinó al maestro Carlos Fuentealba durante una manifestación.
Le disparó una granada de humo directo en la cabeza, en la nuca, desde menos de diez metros, y estando el maestro sentado en el asiento trasero de un coche, cuando la manifestación se estaba desconcentrando.
Es bueno saber que la justicia, de vez en cuando, actúa. Pero que no se queden ahí, porque descargar culpas en un cabo es lo mas fácil, y no sea cosa que se vayan de rositas los verdaderos responsables de la represión. Empezando con el gobernador, que declara sólo como testigo y le echa toda la culpa a la policía, porque el no sabia nada. Culpable entonces, por no saber nada. Ahora resulta que las órdenes de reprimir las manda el espíritu santo.
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