En los medios, y sin que sirva de precedente, se ha ventilado las charlas de una jueza del tribunal constitucional con una abogada acusada de un montón de cosas.
Resulta que la abogada es hija del fontanero de los padres de la jueza, una relación a todas luces intimísima, así que le llama para solucionarle los trámites. Le aconseja armar un buen quilombo para que el caso llegue al constitucional, y ahí lo arreglamos. Estamos bien.
Después la comedida escucha que la del problema estaba acusada de un asesinato, y empieza a recular. Así que le dice que mejor llame a una colega, que sabe mas, pero igual si hay algun otro problema te ayudo, no te hagas drama, etc etc. Cuelga el teléfono y chau pinela, no sea cosa que se recaliente la olla.
Y como recuerda la sabiduría popular: «el comedido sale jodido», y resulta que justo a esta la estaban escuchando, y se arma el revuelo, y por eso nos enteramos que las cosas en el constitucional, que es el gran órgano encargado de velar por que los máximos derechos sean protegidos, funcionan con llamadas de teléfono, colegueos, que si mi abuela va a misa a la parroquia de tu tía, que si el pintor de la casa de mi vieja es el mismo que te pintó la cocina, que el portero de mi casa te compra una docena de medialunas…
Que triste condena la de los que no creemos en la justicia divina: la justicia humana esta claramente podrida. Y al que se queja, le dan legalmente de hostias.
Edito: el Wyoming también se ha acordado de la justicia
Nota al pié: El lunfardo me ha salido solo.
Comentarios
Publicar un comentario