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Recuerdos inolvidables

Recordatorios para desmemoriados. Sí, confirmado, algunos tienen recuerdos inolvidables del pasado franquista. Y en Im-pulso podemos leer algunos pocos motivos por los cuales muchos otros no tienen nostalgia de ese pasado. Y sin mentar a los muertos. Si es que sobran los motivos.



«El ayuntamiento de La Coruña a su hijo predilecto José Millán Terreros. Fundador de la Legión»

Yo recuerdo de Millán Astray el famoso encuentro con Unamuno en Salamanca. Mi padre me lo contó de pequeña y siempre me ha parecido algo impresionante. Así que citaré un extracto sacado de la Wikipedia.

«Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. (…) ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito «¡Viva la muerte!» y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor.»En ese momento Millán-Astray exclama irritado «¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!», aclamado por los falangistas. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos, aclara: «¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!».

Miguel de Unamuno, sin amedrentarse, continúa: «Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho

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